Según el neurocientífico Rodolfo Llinás la capacidad de predecir es claramente valiosa para cualquier organismo, puesto que, le permite contextualizar y optimizar la toma de decisiones, en pro de su bienestar.
Los animales, para una correcta interpretación y comprensión dependen de mínimos puntos de apoyo {…} En su vida diaria, sobre todo en libertad, se hallan continuamente enfrentados a situaciones en que su propia existencia depende de la correcta valoración de la situación y exige la adopción de las decisiones oportunas en décimas de segundos. (watzlawick, 1979)
Según esta teoría, los seres vivientes anticipan comportamiento de otros y del ambiente, mediante una rápida comparación, entre las señales del mundo externo (trasmitida por los sentidos) y su representación sensomotora interna. La finalidad de dicho proceso, es permitir que el sistema nervioso genere una solución acorde con la situación y que posteriormente pueda ser ejecutada.
De este modo, cuando “la respuesta” adquiere significado interno, el cerebro genera estrategias para proseguir, es decir, para emitir otro patrón de actividad neuronal (casi siempre, una acción motriz). Tal análisis es una representación interna de lo que va a suceder. (Llinàs, 2002)
Ahora bien, en el comportamiento humano, la lectura del entorno hace parte fundamental de la comunicación. considerando que, “estamos constantemente emitiendo señales de las que somos inconscientes, y sobre las que, por consiguiente, no tenemos ninguna influencia”1. Es de esperar que, este proceso social tan cotidiano, este guiado por interpretaciones intuitivas.
A pesar de no identificar de manera consciente dicha información, nuestro sistema de predicción está constantemente procesando y creando estrategias de respuesta.
Esta suerte de “percepción extrasensorial” ha sido llamada: Teoría de la mente, y se describe como la capacidad de una persona para atribuir estados mentales a los demás y a sí mismo. Para ello, el sujeto se vale de un sistema de deducciones, el cual brinda hipótesis sobre “cómo está el otro” y puede predecir su comportamiento; cabe aclarar que dichos «estados” no son directamente observables, solo se pueden deducir al analizar el contexto y las señales emitidas de manera inconsciente. (Premack y Woodfruff 1978)
los humanos “somos transparentes {…} de una forma muchas veces desagradable para nosotros mismos”1
Es probable que, en algún momento de sus vidas, experimentaron una sensación incomoda de extrañeza, posterior al encuentro con otro sujeto e intentaron explicar lo sucedido sin encontrar respuesta; de la misma manera, al recordar muchas de nuestras decisiones, observamos que no fueron guiadas por argumentos “lógico”, más bien, fueron el resultado de nuestra intuición.
Una vez más, los invito a estar abiertos a toda esa información imperceptible que enriquece nuestra existencia.
Referencias
- Watzlawick, Paul. ¿es real la realidad? confusión, desinformación, comunicación. Editorial Herder. 1979
- Llinàs, R. R. (2002). El cerebro y el mito del yo. el papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humanos. Bogotà: NORMA.
- http://www.redalyc.org/pdf/801/80115648010.pdf