“un ser vivo no es un sistema cerrado,
por el contrario, es un sistema abierto
que intercambia constantemente materia
y energía con su entorno”.
Schrödinger
Pasamos gran parte de nuestro tiempo tratando de minimizar las perturbaciones del entorno, sin percatarnos que la vida cotidiana se nutre de pequeños cambios.
Para Francisco Varela, biólogo chileno, en nuestro cotidiano nos vemos expuestos a múltiples cambios contextuales o “miniquiebres”; para explicarlo el autor nos ejemplifica un escenario:
Imaginemos un almuerzo con amigos donde interactuamos cómodamente, hablamos con tranquilidad, tenemos total dominio de los utensilios, controlamos las posturas corporales y las pausas de conversación, todo ello presente al mismo tiempo y sin que exista deliberación; terminamos de almorzar y una vez llegamos al lugar de trabajo “habitamos una nueva disposición”, con un modo diferente de hablar, un tono postural nuevo y otras evaluaciones contextuales. Es así como, tenemos una disposición para cada tipo de situación.
Lo anterior en fracción de minutos; si ampliáramos el rango a unas semanas, podremos enumerar varios escenarios en los cuales habitamos infinidad de disposiciones, a saber: las compras en el supermercado, el comportamiento en el trasporte público, una entrevista de trabajo, la visita al médico, encuentros sociales, entre otros. Cada escenario representa un miniquiebre que a su vez representa una reorganización cognitiva.
De igual manera, la vida nos regala momentos de quiebres vitales, más estrepitosos y ruidosos que sacuden toda nuestra estructura; algunos de ellos son: un cambio de ciudad, de colegio o de trabajo, la pérdida de un ser querido, situaciones económicas extremas, el nacimiento de un hijo, estados de enfermedad o alteraciones corporales.
En dichos momentos nos ocurre una suerte de autoorganización que no es materia de decisión externa ni de planificación previa.1 más bien se trata de una transformación en muchos niveles, sin que esto conlleve la desintegración de nuestro ser. Por el contrario, las nuevas condiciones nos dotan de nuevas habilidades, podríamos afirmar que salimos enriquecidos de cada crisis.
La autoorganización significa el espontaneo ordenamiento de los sistemas físicos y naturales ( Kauffman, 1993). El cual ocurre en muchos niveles, incluso en estructuras tan solidas como el hueso; durante la edad adulta logramos el pico de máxima masa ósea, para su mantenimiento contamos con una compleja y equilibrada dinámica entre células que forman hueso nuevo y células que eliminan hueso viejo. De este modo lo que aparenta ser una “estructura” molecularmente solida resulta ser porosa, modificable que se reinventa constantemente, sin perder su forma. Como seres dinámicos podemos guardar una estabilidad entre la difusión y la concentración; entre el orden y el caos.
En este mismo sentido, los científicos plantearon la autoorganización como un reacomodo fundamental de energía y acción al interior de un sistema con el objetivo de conseguir un mayor número de metas.
Si en este momento estas cursando por un quiebre vital, ten en cuenta que has debido pasar por infinidad de miniquiebres y que cada paso significa una reinvención, no es algo diferente de lo que ya has logrado, toma un respiro y permite que la reinvención ocurra.
REFERENCIAS
- Varela, Francisco. EL FENOMENO DE LA VIDA. Dolmen ediciones S.A. Santiago de Chile. 2002
- http://cidbimena.desastres.hn/pdf/spa/doc8272/doc8272-a.pdf
Excelente…. transformarse y evolucion… 🖒🖒🖒
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Me ha gustado mucho. Seguiré leyendo
JorgeH
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