
Se adelantan estudios sobre el conjunto de eventos mentales que se relacionan con las experiencias cercanas a la muerte (ECM); la comunidad científica plantea escalas para clasificar y encuadrar los posibles modelos que den explicación a dicho fenómeno. Sin embargo, en esta entrada no quiero detenerme en el sustrato neurobiológico, sino en la descripción subjetiva.
Nunca he atravesado una experiencia cercana a la muerte, no obstante, sí vivencié una experiencia paralela que puedo describir como: <<mirar a través de los profundos ojos, fríos y vacíos de quien está muriendo>>>. Detallado de esta manera, porque no es una acción pasiva de observación, sino una ocurrencia que cautiva involucra y transforma.

En los sueños he recreado mil veces mi muerte, lo cual sugiere que, al ser un tema de interés y curiosidad, mi mente ejecuta simulaciones hipotéticas de lo que podría sentir en los instantes previos. La temática de este tipo de sueños es muy variada, en ocasiones por disparos, o persecuciones, heridas causadas de manera misteriosa, en otros casos, escapando de animales salvajes o en accidentes trágicos; lo que es invariable es la llegada inminente de mi muerte. Se anuncia con un frio que congela, cesa el movimiento, se anulan los sonidos, desaparecen las personas que me rodean y el escenario se esfuma; reflexiono sobre lo que ocurre, sin embargo, el pensamiento abandona cualquier iniciativa de crear un plan para sacarme de ese aprieto, la energía se centra en un estado de introspección, con los ojos muy abiertos, pero sin ver nada. Luego me despierto.
Ahora veamos, mis simulaciones carecen del contenido místico clasificado dentro de la ECM, tales como, la visualización de una luz, un túnel, una sensación de bienestar o paz, encontrar a seres queridos ya fallecidos, revivir escenas autobiográficas, entre otros. Por el contrario, dicha simulación se alimenta de imágenes y sensaciones extraídos de mi memoria autobiográfica, por tanto, la experiencia tendría unas particularidades específicas, que se alejan de las descritas y estandarizadas en los amplios estudios actuales. No descarto la veracidad de mi simulación onírica y es probable que cuando llegue mi ECM se manifestará con todas las variaciones desplegadas en los sueños.
En consecuencia, deben existir entramados mnémicos constituidos a partir de vivencias relacionadas con la muerte, o en mi caso, como ya las describí: “experiencias paralelas”. Así pues, me permitiré describir algunas de ellas.

Desde niña comparto mi espacio con mascotas y los lazos afectivos se trenzan fácilmente, cada época fue acompañada de una mascota diferente, por ello fue inevitable acompañarnos también, en ese transito agónico de una despedida sin palabras, en la que solo podemos consolar con la mirada, mientras que, del otro lado ese ser nos observa y explora hasta lo profundo de nuestra alma. Poco a poco nuestro compañero de aventuras se pierde en un contemplar introspectivo como quien se escucha en reflexiones y no desea ser interrumpido. Poco a poco se apaga el brillo de sus ojos y solo podemos apreciar mudos, como su cuerpo es cubierto por el frio fúnebre.
Así como estas experiencias tejieron datos en mis redes neuronales, otras similares cambiaron mi vida. Fueron dos momentos diferentes con muchas similitudes, las dos personas sobrevivieron y esos segundos impactaron en el modo de existir.
Lo puedo contar desde otra óptica, desde el que observa como “otro” se ve en los ojos de la muerte; Cuando la persona se apaga transita un momento solitario, que no se puede compartir ni transferir, es su máxima EXPERIENCIA individual, se embriaga con “el instante” donde evalúa lo vivido y lo pendiente por hacer, resumido en un: “esto es todo lo que soy y lo entrego en su totalidad”. Después silencio total.
Aunque no puedo medirlo objetivamente, ni puedo estandarizarlo en una tabla, no deja de ser una realidad vivida. Pude ver en los ojos de una persona, la profundidad del ser; experimenté cómo la introspección ocurre a través de los ojos del otro, viajé a través de una mirada sin sentido que al mismo tiempo se observa, aunque parecía que me miraba, solo veía a través de mí, se ve él mismo y se reconoce en la crudeza de la existencia, sin adornos y sin excusas. Mientras tanto yo permanecía paralizada observando cómo se desarrollaba esa charla sin palabras.
Algunos de los que lograron rehuir de este tránsito entre la vida y la muerte, recuerdan lo vivido como un estado de total bienestar; por otro lado, quienes lo vivimos desde afuera lo recordamos como un momento de caos. La conciencia se estrecha y el entorno se derrite, se desdibuja, pierde estructura porque ya no es importante, las palabras se deshacen, no podemos comprender la información que nos brinda el equipo de salud, es ininteligible porque las palabras pierden sentido, el cuerpo se hace liviano, no necesita alimento, no necesita líquidos, sientes que no necesitas respirar, tu cuerpo se va apagando del mismo modo como agoniza ese “otro” que es uno mismo; la vida pierde color, velocidad, y brillo; se enlentece el movimiento hasta que se detiene totalmente, no puedes emitir palabras, sientes que tu cuerpo esta inmóvil y pesado solo observas. Después, despertamos.
Tenemos entonces un acontecimiento vivido desde dos “realidades” diferentes, que a mi parecer las teorías actuales no logran explicar en su totalidad.

Gracias por compartir esta reflexión profunda y conmovedora. Nos lleva con sensibilidad de manera poética a las interrogaciones filosóficas que hay en el corazón de cada uno de nosotros sobre el ser que somos.
Me gustaLe gusta a 1 persona